¿Recuerdas que durante tu infancia nadie tenía teléfono móvil y podíamos vivir igual que ahora? Incluso, quizá éramos más felices, ya que teníamos menos preocupaciones y menos estímulos.
El teléfono móvil se ha convertido en una parte muy importante de nosotros, nos acompaña a cualquier sitio, pero a llegado un momento en el que no podemos vivir sin él? ¿Puede ser que nuestro estado de ánimo dependa exclusivamente del teléfono móvil? ¿Sabemos vivir y movernos sin él?
Y es que el móvil hoy en día ya no es como antes, que solo se utilizaba para llamar y prácticamente en caso de emergencia. A día de hoy es nuestra forma de comunicarnos con las personas que nos importan, nos acompaña cuando salimos a hacer deporte, podemos responder a correos electrónicos, escuchar música, disfrutar de cualquier juego en cualquier momento, y mucho más.
Multitud de aplicaciones nos permiten realizar todas estas acciones y muchas más, y eso nos crea una dependencia a nuestro teléfono móvil, hasta el punto que por ejemplo, no somos capaces de coger el coche o movernos a ninguna parte sin utilizar Google Maps.
Una aplicación de gran utilidad, sí, pero es una arma de doble filo, ya que antes nuestros padres o abuelos aprendían a orientarse para encontrar lugares donde nunca habían estado. Nosotros no sabemos lo que es la orientación y mientras exista Google Maps nunca vamos a aprender a orientarnos.
La transformación digital en la que estamos inmersos a día de hoy hace que el mundo avance tan rápido que ni siquiera nos demos cuenta de las acciones que hacemos o de cómo nos comportamos, pero a veces es importante parar y reflexionar.
Preguntarnos si lo estamos haciendo bien, si la tecnología realmente nos está ayudando a avanzar pero a la vez nos está haciendo perder otras cosas que hasta hace poco formaban parte de nuestra vida cotidiana.
Es de vital necesidad preguntarnos dónde estamos, hacia dónde queremos ir, y si estamos disfrutando del camino y somos felices ahora mismo.